El origen de la población
mazigio-canaria pre-colonial, ha supuesto un reto para quienes se han interesado
por el mismo. Desde los primeros cronistas de la conquista de las islas por los
europeos, hasta nuestros días, no ha dejado de ser tema de debate el origen de
nuestros antepasados. Bontier y Leverrier capellanes y cronistas del pirata
Jean de Bethencourt, el franciscano A. Espinosa, Abreu Galindo, Marín de Cubas
y Torriani entre otros, se aventuran a sugerir la procedencia norteafricana de
los pobladores de las islas por <<por lo mucho que frisan en el hablar
y contar que todo es uno>>. Ya en los tiempos modernos cuando se
despierta en Europa un inusitado interés por los estudios antropológicos
suscitados por la segunda oleada de colonización explotadora europea sobre el
continente africano, algunos científicos franceses e ingleses centran su atención
sobre los primitivos habitantes de las islas, dando así comienzo el expolio de
los yacimientos arqueológicos y cementerios de nuestros ancestros por parte de
estos estudiosos europeos, en ocasiones ayudados por algunos “ilustrados”
locales, quienes regalaban las momias y restos mortales de nuestros bisabuelos,
con la misma liberalidad, que si de objetos sin valor se tratara, humillando
así una vez más y en lo más profundo y sagrado, los sentimientos del pueblo
canario. Es indudable que las islas Canarias han sido desde siempre
consideradas desde la vertiente cultural como “tierra de nadie”, donde
cualquiera puede especular libremente con su cultura ancestral, sus milenarios
yacimientos arqueológicos e incluso con
su etnia. España, potencia europea administradora de nuestra nación africana,
ha mostrado siempre un especial cuidado en cuanto a la extracción de plus valía
de nuestro territorio, pero ha prestado poca o nula atención a nuestra cultura
y raíces ancestrales, incluso hoy en día, a pesar de que el parlamento
“autónomo” aprobó una ley de protección del patrimonio, las excabadoras de las
constructoras continúan destruyendo yacimientos arqueológicos, sin que al
parecer, nadie tenga interés en ponerles coto, pues por los visto en este país,
sólo constituye patrimonio histórico las iglesias, conventos y caserones de la
otrora prepotente burguesía colonial.
Ruego al posible lector me
disculpe estas divagaciones pero lo expuesto es
una verdad lacerante que nos vemos obligados a contemplar cada día.
Retomando el tema, en estos
tiempos han surgido un grupo de científicos e intelectuales netamente canarios,
quienes a pesar de que tienen que hacer frente a no pocos obstáculos sin
cuento, no sólo de los estamentos dominantes y comisarios de la cultura en nuestro
país, sino incluso, de los propios compañeros, fieles éstos a quienes le hacen
efectiva la nómina cada mes, aún así, a pesar de los continuos contratiempos
que tienen que soslayar, realizan un trabajo de investigación serio y honesto
en beneficio de la auténtica cultura de Canarias. Es indudable que las jóvenes
generaciones de canarios reconocerán y valorarán la labor de éstos científicos,
como al presente son valorados por la comunidad científica internacional.
Desde que los primeros europeo
en la baja edad media tomaron contacto con los pobladores de las islas, no
dejaron sorprenderse al encontrase con un tipo de gentes de piel clara, y que
en muchos grupos tenían –y tienen- los cabellos rubios y ojos azules, además de
tener la figura de tipo que hoy denominaríamos atlético, siendo las mujeres
hermosas y de agraciados rostros, este tipo humano al que de manera peyorativa
se le encasilló como de cultura neolítica, no dejo de despertar el interés de
los conquistadores al principio y de los estudiosos más tarde. Cuando por
Europa soplaban aires de cultura, entre los europeos que mostraron un mayor
interés y dedicación al estudio de los antiguos mazigios canarios, durante el
siglo XIX, podemos destacar a Sabin Berthelot, René Vernau, y más modernamente, el catalán Fusté, Luis
Diego Cuscoy, Weninger, Rösing, Camps y la antropóloga austriaca Ilse
Schwidetzky, y el también austriaco Domink Wölfel, quien hizo un gran aporte en
el campo de la lingüística, y los canarios Juan Bethencourt Alfonso y el
profesor Álvarez Delgado quienes nos aportaron interesantes trabajos sobre la
lengua libico-bereber o tamazigh, tan íntimamente relacionada con Canarias y
sus petroglifos, pero quizás el trabajo más interesante de los últimos tiempos
desde nuestro punto de vista, es el desarrollado por el Catedrático de la Universidad de La Laguna don Rafael Muñoz
Jiménez, Quien llevó a Cabo la traducción de los signos grabados en la Piedra Zanata,
labor que no estuvo exenta de polémica, como hemos explicado en otro lugar.
Piedra que algunos designaron como el eslabón perdido de la identidad
canaria.
La ciencia moderna viene en
apoyo de la lingüística y la arqueología para reafirmar la ascendencia mazigia
del pueblo canario, veamos lo que sobre este interesantísimo tema nos expone el
ya mencionado especialista en genética doctor Arnay Villena: “Las nuevas
técnicas de genética molecular aplicada al estudio de los genes en las
distintas poblaciones están siendo muy utilizadas y una nueva rama de la
ciencia emerge con fuerza: la genómica histórica.”
La comparación de los perfiles
genéticos de grupos étnicos permite poner a prueba los postulados históricos
muchas veces basados en deducciones poco objetivables: sin duda, la genómica
complementa a la historia clásica. Así se estableció que la moderna especie
humana salió hace unos pocos de cientos de miles de años de África y pobló el
planeta.
En el ámbito mediterráneo se ha
visto, con el estudio de los genes HLA, cómo el subtrato genético antiguo
mediterráneo no estaba integrado por los griegos, y sin embargo sí por los
anatolios (turcos), iraníes, judíos, libaneses, cretenses, egipcios, argelinos,
marroquíes, ibéricos. La historia nos dice que los griegos micénicos entraron
(o se hicieron notar) en la península balcánica hacía 2.000 años antes de
Cristo. Destruyeron el imperio cretense y asimilaron su cultura (y escritura)
Pero ¿de quien era el patrimonio cultural cretense?. La genómica histórica nos
dice que, en parte, de todos los mediterráneos, que llevaban ya miles de años
manteniendo un flujo cultural y genético importante. Grecia fue un crisol que
absorbió también otras culturas antiguas mediterráneas además de la cretense.
En este contexto, el pueblo beréber (los imazighen), con características
lingüísticas y genéticas propias, han sido injustamente dejados a un lado de la
historia.
La lingüística, que es un arma
de estudio paralela a la genómica para el reestudio de la historia, demuestra
que el beréber se hablaba desde las islas Canarias (guanche) hasta
Egipto (oasis de Siwa), y desde la costa sur mediterránea hasta el área
subsahariana. Una extensión similar a la de Estados Unidos. Colaborando con
Jorge Alonso García hemos concluido que los pueblos beréberes se vieron
forzados probablemente a una emigración masiva, al establecerse hace 6.000 años
antes de Cristo las condiciones hiperáridas del Sáhara.
Se dirigieron hacía Canarias,
hacía Oriente Medio y hacía Iberia y las islas mediterráneas. Parte del
patrimonio genético y cultural de Iberia se debe a los beréberes. La lengua
ibérica antigua, la vasca (como la etrusca y la minoica) está muy emparentada
con la beréber. ¿Contribuyeron los beréberes al desarrollo cultural de los
mediterráneos pre-griegos? Es muy probable que así fuese; los resultados de la
genómica histórica y la lingüística no dejan lugar a dudas.
Los actuales norteafricanos del
Magreb, hablan árabe o árabe y tamazigh, son en su mayoría beréberes,
entendiendo por tales los pobladores autóctonos prefenicios del norte de
África. Las invasiones árabes del siglo VII-VIII tanto en Iberia como en el
norte de África fueron genéticamente poco importantes: unos relativamente pocos
militares y aristócratas iban”conquistando” y reclutando tropa local para el
siguiente paso de anexión territorial vecina. La imparable fuerza del Islam ha
borrado caracteres culturales, pero los genes siguen ahí, mostrando su
aplastante verdad. Este caso es paralelo al
turco: la genómica demuestra que relativamente pocos turcos
centroasiáticos impusieron su lengua a anatolios del substrato genético mediterráneo
antiguo. El Islam y la interpretación interesada de la historia por países no
mediterráneos nos han hecho ver a los turcos también como extraños. Lo son en
menor grado que los griegos.
Como hemos venimos repitiendo
hasta la saciedad, la historia de Canarias ha venido siendo burdamente falseada
desde el comienzo de la conquista, pero este hurtar las raíces de un pueblo de
manera sistemática, tendente a anular la conciencia de una cultura
nacional para así mejor sostener un sistema de dominación política,
económica y cultural, por parte de una potencia colonizadora, ha sido una
constante por parte de los modernos países imperialistas, pero muy
especialmente en las avalanchas depredadoras que desde Europa han aportado al
continente afrikano y sus islas adyacentes, donde han destruido culturas
milenarias e incluso etnias completas de los pueblos sometidos. Las islas
canarias (especialmente las de “conquista realenga”), pudieron escapar a tan
triste destino gracias a dos circunstancias favorecedoras: la primera, el
espíritu indómito de sus habitantes que jamás fueron del todo sometidos, ya que
una parte importante de la población resistió
al invasor durante mucho tiempo, refugiándose en las cumbres de nuestros
montes creando los denominados grupos de “los alzados”, quienes durante décadas
mantuvieron en jaque a los conquistadores, la segunda circunstancia, fue la
fiebre del oro despertada en los europeos por los nuevos territorios recién
“descubiertos” de América, que ofrecían un campo mucho más amplio a las
acciones depredadoras de la pléyade de aventureros sin conciencia que desde la
hambrienta Europa, cayeron como manadas de lobos sobre las tierras de América.
Retomando el tema de la moderna
genética y su relación con el origen de los pueblos, veamos algunos párrafos de
lo que sobre el particular no dice el ilustre investigador canario don
Francisco García Talavera Casañas, si bien la cita es un poco extensa,
entendemos que la importancia del tema tratado merece esta licencia,
<<...Según Ilse Schwidetzky (1975): “Las islas Canarias ofrecen un campo
extraordinario para la investigación antropológica. Primero porque en ellas una
población prehistórica dejó en sus cuevas sepulcrales y en sus túmulos un
material óseo excepcionalmente abundante (...) y además, la historia de la
población de estas islas, en su evolución a partir de la conquista es
suficientemente conocida. Por lo menos desde Wölfel (1930) se sabe
documentalmente que los grupos humanos prehispánicos no se extinguieron sino
que sobreviven en la población actual, después de un inicial y rápido proceso
de cristianización y aculturación.
Pero esta forma de pensar no es
nueva, pues ya Glas en el siglo XVIII, Verneau, Berthelot, Chil y Naranjo y
Bethencourt Alfonso en el siglo XIX, y en este siglo Fischer, Wölfel,
Schwidetzky, Weninger, Fusté, Rösing y Camps, entre otros eminentes
investigadores, expresaban en sus escritos dichas analogías antropológicas.
Éste último (Camps, 1984) es muy explícito al respecto cuando dice,
refiriéndose a la antigua población mechtoide (cromañoide) norteafricana: “Del tipo Mechta el Arbi subsisten hoy en día
algunos raros elementos en la población norteafricana que, en su casi
totalidad, pertenece a las diferentes variedades del tipo mediterráneo.
Aquellos representan como máximo el 3% de la población actual del Mahgreb, pero
son muchos más numerosos en las islas Canarias”.
En cualquier caso, no hay que
centrarse solamente en el mayor o menor grado de pervivencia del tipo
Mechta-Afalou en la población canaria actual – que no deja de ser un tema muy
interesante desde el punto de vista antropológico, pues en Canarias tenemos un
verdadero laboratorio viviente – sino que también debe estudiarse ese alto
porcentaje mediterranoide, que es el que más nos acerca a la población
norteafricana amazigh actual.
Ahora son las nuevas técnicas
de la genética molecular aplicadas a las poblaciones, las que están propiciando
un avance espectacular en el conocimiento de la evolución biológica e histórica
de la especie humana. (...) La existencia en el Norte de África de poblaciones
blancas clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe múltiples
hipótesis sobre su origen.
La primera evidencia del
poblamiento humano de la región la tenemos en los yacimientos de Termifine, Ain
Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron
clasificados como homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición del homo
sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense)
(100.000-200.000 años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que
preconizan el tipo de Afaou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de
Dar es Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón intermedio
entre entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria
Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a los
protomediterránoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000 –
5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que han dado origen al pueblo
beréber, que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población
norteafricana actual.
El hombre de Mechta el Arbi,
también conocido como Mechta-Afalou fue equiparado por los antropólogos del
siglo pasado al tipo Cro-Magnon europeo, pero más tarde se ha visto que sin
dejar de ser vecino o primo de aquel, presenta caracteres diferenciadores en el
cráneo y en las dimensiones corporales. Posee, entre otras características
físicas, una gran estatura (1,76 m. De media para los hombres) desarmonía entre
una cara ancha y un cráneo dolicocéfalo, así una gran capacidad craneana (1,650
cm3)
Este tipo humano dominante en
el Norte de África hasta la aparición de los protomediterranoides capsienses,
comienza a disminuir demográficamente y a retroceder geográficamente hacía el
oeste, acantonándose en las montañas del litoral occidental mediterráneo y
atlántico y en las islas Canarias, así como en el sudoeste sahariano (Hassi el
Abioud) y en el Sudán (Jebel Saba). Su desaparición no fue completa en el
Maghreb, pues todavía se encontraba un 8% de población mechtoide en la época
protohistórica y la púnica, para pasar como ya hemos comentado, a representar
sólo el 3% de la población norteafricana actual. Por tanto, como muy bien
apunta G. Camps (1996), el tipo Mechta el Arbi no puede considerarse como el
ancestro directo de los imazighen actuales.
Fue hace 9.000 años cuando hizo su aparición
en la parte oriental del Maghreb un nuevo tipo humano muy parecido a las
poblaciones mediterráneas actuales que, al igual que ellas, presenta dos variedades:
Una robusta y de gran talla (1,75 m. para los hombres) y otra más grácil que se
localiza en las montañas. Este tipo de hombre, según todos los indicios venido
de Oriente Próximo, se aplica a poblaciones más antiguas de Oriente
(natufienses).
A estos protomediterráneos muy
bien podríamos llamarles, protobereberes (Camps, 1996) por su cultura y sobre
todo por su marcada propensión a la decoración con motivos geométricos, que son
muy similares a los utilizados en la actualidad en el adorno corporal y en la
decoración de la cerámica por sus sucesores beréberes. (...) En Canarias, y de
acuerdo con los principales antropólogos que han estudiado la tipología de las
poblaciones aborígenes del archipiélago, como son Verneau, Fusté y Schwidetzki,
entre otros, aparecen como tipos dominantes los dos mismos componentes
prehistóricos del Norte de África: el Mechtoide (cro-magnoide), y el
protomediterránoide. El primero, y más primitivo, arribó a las islas y las
ocupó todas, según algunos autores, entre el 2500 y el 1000 A.C. y que sería el
portador de la llamada “cultura de sustrato” (Diego Cuscoy, 1961). Su
proporción numérica en algunas islas
como Tenerife (34%) Gran Canaria (33%) y Gomera (45%), era superior a la del
tipo mediterránoide, lo que hace pensar en una temprana llegada a Canarias
desde el continente, cuando aún era dominante en algunas regiones
norteafricanas.
Simultáneamente o con
posterioridad, llegaron los protomediterránoides, pero en el caso de Canarias
sólo se distingue el tipo robusto, también de gran talla, cara alargada y
estrecha, y con un grado variable de extroversión goniaca que le da un contorno
facial pentagonal o cuadragunlar. Este tipo es asociado, al menos en Gran
Canaria, con la “cultura de los túmulos” ya que enterraban a sus muertos en
esos monumentos funerarios mientras que los cromañoides lo hacían en cuevas. En
los últimos tiempos se ha constatado que no existía una separación racial tan
clara como les pareció a los primeros antropólogos.
8.1 GRUPOS SANGUÍNEOS. SISTEMA ABO
A pesar de los avances de la
genética molecular en los últimos años, especialmente en el conocimiento del
DNA mitocondrial y nuclear, el estudio de los grupos sanguíneos, entre ellos el
sistema ABO, sigue siendo importante y complementario a la hora de abordar
análisis genéticos comparativos entre poblaciones. Según R. Beals y H. Hoijer
(1995): “los grupos sanguíneos son importantes antropológicamente porque
sabemos con exactitud cómo se heredan”. Nosotros hemos basado el estudio
estadístico de la distribución del sistema ABO en la isla de Tenerife los datos
de la Tesis de
licenciatura de M. Trujillo (1974) y para el resto de las islas en Bravo y de
las Casas (1958), Roberts et al. (1966), García-Talavera 1986) Y Pinto et al.
(1996). Y para la comparación con otros pueblos norteafricanos imazighen, en
Kossovitch (1958) para Marruecos y Sahara y Benabadji et al. (1965) para
Argelia (Kabilia).
Los datos sobre la proporción de grupos del sistema ABO en la población
guanche los hemos tomado de Swarzfischer y Liebrich (1963) y Schwidetzky
(1970), Benabadji y Chamla (1971) para los tuareg del Ahggar, y Johnson et al.
(1963) para los bereberes Ait Hadddidu del alto Atlas.
A la vista de las tablas
comparativas podemos extraer las siguientes conclusiones:
a)
En la población canaria nativa actual, el grupo
sanguíneo O sigue siendo el de más alto porcentaje (48.0%) frente al 39.6 % del
grupo A, a pesar del tiempo transcurrido desde la conquista y de que el grupo A
es dominante y el O recesivo (Schwidetzky, 1970) Sin embargo, el grupo
mayoritario en los españoles es el A, con el 47.2 % frente al 38.6 % de O
(Hoyos, 1945), y en los en los portugueses es muy similar: 47.1 % de A y 40.0 %
de O (Da Cunha et al., 1963). Al ser estos dos países europeos los que
aportaron la gran mayoría del contingente humano que se estableció en Canarias
tras la conquista (conquistadores y colonos), podemos llegar a la conclusión de
que la población aborigen canaria, lejos de desaparecer como aseguran algunos,
quedó en amplia mayoría después de la colonización.
b)
Se aprecian diferencias significativas inter e intra
insulares en al distribución de los grupos (García-Talavera, 1993) y (Pinto et
al. 1996). No es de sorprender la mayor proporción del grupo A en el Norte de
Tenerife, porque fue en esa zona donde principalmente se establecieron los
nuevos colonizadores al recibir más ricas y fértiles. Tampoco sorprende la alta
proporción de O en la Gomera
(56.0 %) pues esta isla no fue conquistada y la población nativa quedó en gran
mayoría.
La alta proporción del grupo O
encontrada por Swazfischer y Liebrich (1963) en los aborígenes de Tenerife
(83.9 %) y Gran Canaria (94.7 %), a pesar de haber sido obtenida, no por
ausencia de A y de B, sino directamente, ha hecho dudar a algunos
investigadores. Pero si comparamos estas cifras con las de los Tuareg del
Ahggar (74.4 %) y los bereberes Ait Haddidu del Atlas (79.7) vemos que son
bastante aproximadas. Y si observamos que en las tres poblaciones el
aislamiento es la característica común (islas, montañas, desierto) cabe pensar
en la actuación en ellas, durante siglos de la deriva genética, el efecto
fundador y la consaguinidad.
Por otra parte, se observa que
los porcentajes del sistema ABO en Canarias se asemejan más a los de los países
maghrebies estudiados, que a los europeos ibéricos. También se constata que en
Canarias es más patente el dominio del grupo O sobre el A, que en Marruecos,
Argelia o el Sahara. Esto se debe a que en estas islas el principal aporte
sanguíneo del exterior es europeo occidental, mientras que en los países
continentales del Maghreb, el principal flujo genético ha venido de Oriente
Próximo y, en menor medida, del África subsahariana, regiones en la que el
grupo B aparece en un alto porcentaje. En Canarias, las islas orientales Lanzarote
y Fuerteventura poseen unos valores elevados de este último grupo (17.5 % y 16
%) según datos obtenidos por Pinto et al. (1996), que son similares a los de
Marruecos y Argelia, lo que con toda probabilidad, es debido a la entrada
masiva en dichas islas de esclavos de la vecina costa africana después de la
conquista, en los siglos XV Y XVI.
8.2 RESÚMEN DE LA CONCLUSIÓN FINAL
La reflexión final que nos
atrevemos a exponer es que, a la vista del abundante registro arqueológico,
antropológico y lingüístico al avance en el conocimiento de la prehistoria y la
historia norteafricana y, sobre todo, los contundentes resultados de la
investigaciones en biología molecular que están que están saliendo a luz en los
últimos años, es indudable la relación genética de los canarios con los pueblos
norteafricano amazighen.
El hecho de haber vivido
separados durante milenios, al haber cruzado el mar y poblar las islas unos, y
los otros soportado invasiones, conquistas y colonizaciones – que más tarde
sufrirían los insulares – por parte de otros pueblos no africanos, no ha
borrado las huellas del origen común.
Los pueblos invasores
influyeron culturalmente en los que no se refugiaron en las montañas o en el
desierto, pero el influjo genético fue escaso hasta la llegada al continente
desde Oriente de los musulmanes Beni-Hilal en el siglo XI, que, aunque no
influyeron de manera contundente en el pool genético, si contribuyeron
decisivamente a la arabización e islamización del Maghreb. En las islas fueron
los ibéricos los que siguieron el mismo guión aunque desde distintas ópticas
culturales y religiosas. Estos españolizaron y cristianizaron a la fuerza a los
canarios, pero como hemos visto, tampoco alteraron en gran medida la genética
insular.
De manera que, a pesar de todos
estos avatares los canarios y los norteafricanos continentales seguimos
conservando las características étnicas básicas que nos identifican con una
raíz común que se remonta muchos milenios atrás, cuando unos invasores –
curiosamente también venidos de Oriente hace casi 10.000 años, posiblemente a
consecuencia del cambio climático postglacial – arrinconaron y sometieron en
gran parte a los autóctonos de ese momento>>.
Ya en el siglo XIX, en el campo
científico se debatía sobre la pervivencia de la raza guanche y por extensión
la del resto de los primitivos habitantes pre-coloniales del Archipiélago
canario, uno de estos abanderados que hicieron frente a quienes venían propugnando la interesada y
sesgada teoría a la vez que falacia histórica del supuesto exterminio del
pueblo guanche, fue el médico chasnero don Juan Bethencourt Alfonso, quien
realizó uno de los primeros trabajos científicos sobre la cuestión. Quizás por
este y otros aspectos de nuestra historia recogidos o desarrollados
valientemente por nuestro autor, su obra se vio postergada durante casi un
siglo, pues si bien hoy en día que se da por supuesto que vivimos en una
sociedad supuestamente democrática y plural, las personas que nos preocupamos
por nuestro pasado libremente, de manera honesta y sin sujetarnos a las
directrices que emanan desde los comisariados culturales del sistema, nos vemos
relegados cuando no perseguidos,
hostigados y vilipendiados por quienes defienden para Canarias, una
cultura oficialista y oscurantista.
Imaginemos las dificultades que
debieron sufrir los investigadores del siglo XIX, especialmente si éstos no
eran europeos, o les publicaban sus trabajos en algún país de Europa. Por ello,
creemos interesante trasladar a éstas páginas algunos párrafos en los que el doctor
Bethencourt expone y justifica sus planteamientos científicos sobre la
pervivencia del pueblo guanche: <<...Salvo los muertos en combate que
fueron menos de lo que presumen los ponderativos, entre guerreros, mujeres,
viejos, muchachos y niños acogidos a los convenios, puede asegurarse sin pecar
de exagerado, que constituyeron las nueve décimas partes de la nueva población
con relación a los españoles; y como de este asunto hemos de ocuparnos con
mayor amplitud al tratar de la conquista de Tenerife, lo tomamos por ahora de
ejemplo y aplazamos para entonces las razones en que apoyamos nuestros asertos.
Al celebrase la paz de
Tahoro de los Realejos y hablando en cifras redondas, existían en
Tenerife 20.000 guanches de todas edades y sexos aunque predominando mujeres y
niños, de los cuales unos 5.000 continuaron rebelados en medio de los montes
sin querer darse a partido, y los otros 15.000 se mezclaron con un millar entre
conquistadores y pobladores formando los núcleos de las veinte y tantas
poblaciones actuales. Cuanto a mujeres europeas, como aconteció en las demás
islas, eran contadas.
De los 1.000 entre
conquistadores y pobladores que se avecindaron durante los primeros lustros,
salvo unos cuantos extranjeros que por su escaso número nada significa, unas
pocas docenas eran portugueses, como 200 indígenas isleños en su mayoría de
Canaria y el resto de españoles, que siendo casi en la totalidad solteros se
casaron con las guanchas. Aparte de que esto era natural, sábese por tradición,
por lo que arrojan los archivos y sobre todo por el testimonio nada sospechoso
de un comisionado inquisidor de aquella época, que hizo un padrón secreto de
todas las islas, y sacó a la luz el erudito Sr. Millares.
En lo esencial los hechos
expuestos son exactos y sólo falta aplicarles las conocidas leyes de la
herencia y de cruzamiento; con las circunstancias en esta ocasión de hallarse
favorecido el coeficiente o grado de afinidad sexual, por estar comprendido en
el grupo llamado por Mr. Broca de homogenesia eugenésica o absoluta,
puesto que tanto los naturales de las otras islas, portugueses españoles como
guanches de Tenerife, proceden del mismo manantial íbero-libio.
Siguiendo con el ejemplo de los
1.000 conquistadores y pobladores casados con otras tantas guanchas, pues los
pocos que ya lo estaban para el caso es lo mismo porque se amancebaron,
resultó:
1.º hijos mestizos de primera
sangre.
2.º Simplificando el ejemplo
para más fácil comprensión, mestizos de segunda sangre (que es el primer
grado de retorno), que comprende a los vástagos del cruzamiento de los
mestizos anteriores con guanchas, que eran las que abundaban.
3.º Mestizos de tercera sangre
(segundo grado de retorno) o sea los nacidos de la segunda sangre
casados con guanchas de pura raza y así sucesivamente hasta que en el quinto o
sexto cruzamiento de retorno, como la población no era alimentada con elementos
de fuera sino de la tierra, desapareció por lo general todo vestigio de
mesticismo (mestizaje) y reapareció el tipo de raza de la madre o séase del guanche
con todos sus caracteres>>.
Por otra parte, es evidente que
el sector de la población guanche que no se mezcló con los invasores fue la
mayoritaria, especialmente los alzados, y la mayoría de los Menceyatos del Sur,
los cuales por razones orográficas y como consecuencia de los tratados de
paces, estuvieron prácticamente vedados
para los conquistadores y pobladores europeos durante muchos decenios después de la
conquista. Cuenta un viajero inglés del siglo XVII, refiriéndose a los guanches
de Güímar que: "aún el más pobre de ellos, tiene en menos precio el
casar con mujer española".
Eduardo Pedro García Rodriguez.
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