Tomado del Blog Mencey
Makro
Jorge Ankor Dorta
El artículo de hoy va sobre unos guerreros sagrados
que recoge la tradición oral, los Axaentemir ( assa -n -temirt = El
advenimiento de la señal propicia o alternativamente guerreros de la señal
propicia)
Según cuenta Fernando Hernández González Mi abuelo
[Isidro Hernández, natural de Agache] decía que había un grupo de guerreros,
llamados los asantemir, que eran los primeros en acudir al combate y, cuando
ganaron los castellanos, se derriscaron todos juntos. Eran altos, blancos,
rubios y se recogían el pelo en una especie de moño, del que colgaban dos tiras
de cuero en cuyo extremo pendía una piedra. También se pintaban dos rayas en el
pecho. En tiempos cercanos a la
Conquista, fueron destacados por Benchomo hasta las cumbres
de Agache para controlar la zona de Güímar, que tenía sujeta a tributación. Era
una especie de cuerpo de élite que combatía también en un plano sobrenatural»
[Fernando Hernández González, com. pers. 17-II-2009].
El
autor de este artículo es el propio Fernando Hernández, periodista y recogedor
de la tradición oral del sur de Tenerife. En todo el mundo la tradición oral
está considerada una de las principales fuentes porque cuenta la historia desde
la perspectiva "del otro lado", pero en Canarias se reniega de ella
calificándola de "historias de viejos mentirosos" por parte de los
organismos oficiales, universidades incluidas.
Fernando también es el autor de la novela "Taucho, la memoria de los antiguos" y miembro del equipo del programa Crónicas de San Borondón que se emite por la Radio Autonómica. Además de este que reproducimos, tiene muchos otros artículos de interés en su blog Crónicas del Guirre. Un blog que recomendamos fuertemente a aquellos interesados por nuestras raíces y nuestra cultura.
Fernando también es el autor de la novela "Taucho, la memoria de los antiguos" y miembro del equipo del programa Crónicas de San Borondón que se emite por la Radio Autonómica. Además de este que reproducimos, tiene muchos otros artículos de interés en su blog Crónicas del Guirre. Un blog que recomendamos fuertemente a aquellos interesados por nuestras raíces y nuestra cultura.
«Los
Asantemir era gente sagrada, muy respetada m’hijo. Eran de pelo rubio, ojos
claritos y con cuerpos como mulos; ahí mismo, en la morra donde está la iglesia
del Escobonal, tenían sus cuevas donde vivían».
Con
estas palabras de mi abuelo, Isidro Hernández, más conocido en la comarca de
Agache (Tenerife) como Isidro Coche, descubríamos aquel verano de 1987 la
desconcertante tradición de los enigmáticos guerreros Asantemir o Axaentemir.
Ya había referencias bibliográficas en cuanto a su nombre, pero ninguna que
hablara sobre su cometido como combatientes protegidos por la divinidad. Hoy,
como veremos a continuación, la memoria oral y el estudio filológico han
rescatado del olvido a estos peculiares guerreros del pasado isleño.
Linaje sagrado
Conformados
en una casta de guerreros sagrados, los Asantemir, que combatían tanto en el
mundo físico como en el espiritual, eran seleccionados de entre aquellos niños
concebidos durante una celebración muy especial: la Noche del error.
Como parte de los rituales propiciatorios que, dedicados a la fecundidad, se
desarrollaban durante las fiestas caniculares o beñesmer, hombres y
mujeres en edad fértil mantenían relaciones sexuales en campos plantados de
cereales. Cegados por la oscuridad nocturna, el contacto se practicaba sin
conocer la identidad de la otra persona.
Nueve
meses más tarde, las criaturas nacidas de este ritual eran entregadas a los
samarines para su educación como miembros de las distintas castas sacerdotales
o, en determinadas circunstancias, para su preparación como guerreros
Axaentemir. De esta manera, quizá un tanto cruel para los hábitos actuales, se
conseguía el desarraigo social de un sujeto que, ajeno a la personalidad de sus
progenitores, vivía hasta el final de sus días el signo sagrado de su
nacimiento y, por tanto, su condición de hijos de una divinidad a la que
rendían obediencia.
De
elevada estatura, por lo general rubios y de ojos azules, los Axaentemir eran
los primeros en acudir al combate. Especie de cuerpo de élite, su sola
presencia imponía respeto en cualquier lugar de la Isla. Variaba su
número en cada menceyato, pero nunca superaban los 12 integrantes. Vivían en
zonas apartadas de la comunidad, pero justo en puntos estratégicos que
dominaban las comarcas a las que pertenecían. Imbuidos de un pleno compromiso
espiritual con Achaman, deidad a la que veneraban entregando su vida, en el
plano terrenal se sujetaban a los dictados del mencey, pero siempre y cuando
esas órdenes no entraran en contradicción con los preceptos de su divinidad, el
Centelleante, la única autoridad real que colocaban por encima de ellos.
Vestían
una piel de cabrito a modo de capa, de color rojo y negro, terminada en punta
por la parte delantera y corta por encima de la cintura. Cubrían sus partes con
una tira de piel triangular que les caía delante y detrás, aunque se despojaban
de estas prendas para entrar en combate, algo recurrente también en otras culturas.
La desnudez en la lucha era símbolo de valentía, de ausencia absoluta de temor
a la guerra y la muerte, puesto que se sabían protegidos por la divinidad. Un
mensaje directo para un adversario que lo sabía interpretar
perfectamente: en esa lucha, sólo saldría un ganador vivo. Era, pues, una
acción intimidante.
Llevaban
el pelo recogido en un moño que ajustaban a la base del cráneo y alrededor de
la cabeza usaban una tira de cuero trenzado, cuyos extremos dejaban deslizar
delante de los hombros. Dichas puntas se adornaban con conchas marinas,
rematadas por una pequeña piedra negra de basalto. Para dirigirse al combate,
se pintaban dos líneas gruesas en la parte frontal de los hombros, una de color
negro y la otra de color rojo.
En
particular, la tradición cuenta que el asentamiento de los Axaentemir en
la región sureña de Agache fue decretado por Benchomo, mencey de Taoro, tras la
irrupción de los castellanos y la alianza de colaboración que pactaron con el
cercano menceyato de Güímar. Benchomo ordenó su establecimiento en el lomo
donde hoy se ubican el Museo Arqueológico y la Iglesia, zona que ha
recuperado ese nombre, con la misión de custodiar la comarca desde la ladera
donde se halla el hotel Don Martín hasta el margen del barranco de Erques.
Estudio
filológico
En
su libro A través de las Islas Canarias, el farmacéutico Cipriano de
Arribas y Sánchez (1900) recoge la noticia más antigua de las disponibles
acerca de este territorio adscrito en la actualidad al municipio tinerfeño de
Güímar: «Entre sus pagos citaremos el Escobonal, llamado en lo antiguo Agache y
en lengua guanche Axaentemir, significa guerrero; está en la carretera misma.
Parece que hay en esta localidad piedras de filtrar agua». Por aquellas fechas,
también el médico chasnero Juan Bethencourt Alfonso (1880) se hizo eco del dato
a través de una escueta mención en la Historia del Pueblo Guanche (I): «Axaentemirg
Tierras en Abona. Arribas». Y ahí concluyen las escasas alusiones documentales
(registros escritos de la oralidad popular, para ser más precisos) a estos
misteriosos personajes.
Con
las lógicas incertidumbres que impone siempre el estudio de hablas ya
desaparecidas, el análisis lingüístico y la traducción del vocablo revelan una
imagen que concuerda por completo con el testimonio oral. Según el historiador
y doctor en Filología Ignacio Reyes (2009), el sintagma axaentemir
constituye una proposición nominal, assa-ən-təmirt, formalizada por tres
ingredientes: el primer término, el nombre verbal assa, indica el ‘hecho
de llegar, arribar, presentarse’ o ‘estar convenientemente desarrollado’; a
continuación, la preposición ən, ‘de’, introduce el complemento
determinativo, representado por el substantivo femenino tamərt o, con el
preceptivo estado de anexión, təmirt, ‘signo fasto o favorable’ que se
obtiene en las prácticas mágicas. Por tanto, el enunciado axaentemir o, como
pronunciaba mi abuelo, asantemir notifica la ‘llegada o desarrollo de la señal
propicia’.
Sin
duda, la presencia de este grupo de hombres con amparo sobrenatural y misión
protectora responde bien a esa denominación, pero en ningún caso se trata de un
tipismo isleño. Como recuerda el Dr. Reyes, ocurre otro tanto en la milenaria
cultura amazighe (o bereber), aún vigente en el África septentrional, a la que
pertenecían las antiguas comunidades del Archipiélago:
Cada
fracción posee un clan, como sucede con los inflâs del Sus marroquí o
los Ait ‛Auwâm del Atlas Medio por ejemplo, que, en ocasiones graves o
muy señaladas, personifica el honor de toda esta división tribal, cuya defensa
asume como una tarea vital permanente e inquebrantable. Así lo demuestra en el
campo de batalla, al que acude en primer lugar con un arrojo característico
(Marcy 1929: 138-139). Es esta entidad la que parece poder identificarse con
los asantemir registrados en Tenerife. No obstante, a éstos se les
adjudica una expresa protección sobrenatural, circunstancia que en Canarias se
había documentado sólo para el caso de Hautacuperche (Haw-takkubert),
el gomero ejecutor de Hernán Peraza que habría ‘nacido con buen presagio’. La
etimología de este nombre y la historia del personaje destacan que se trató de
un sujeto protegido por las divinidades de la comunidad, el cual debía presidir
todos los actos sociales de alguna importancia para favorecer una realización
exitosa, como corresponde a los famosos hombres mascota del mundo
amazighe continental.
Destino marcado
Después
de la muerte de Benchomo en la batalla de Aguere y la rendición de El Realejo,
el destacamento místico asentado en Agache dio por finalizada la misión que se
le había encomendado. Narra la tradición oral que se inmolaron en un suicidio
ritual desde los altos de la comarca que custodiaban. Todavía se localiza en
las inmediaciones un topónimo conocido como la Fuga del Muerto, donde la memoria popular sitúa
el lugar por donde se “desriscaron”. Cumplían así con la obediencia jurada, un
día ya más o menos lejano, de entregar su vida y destino al centelleante
dios Achaman.
Bibliografía
Arribas y Sánchez, Cipriano de. 2004 (1900). A través de Tenerife. Tenerife: Idea, p. 193.
Bethencourt Alfonso, Juan. 1991 (1880). Historia del pueblo guanche. Tomo I. Su origen, caracteres etnológicos, históricos y lingüísticos. La Laguna: F. Lemus Editor, p. 408.
Reyes García, Ignacio. 2009. Informe acerca de la voz Asantemir [en línea]: . [Consulta: 30-IX-2009]. Islas Canarias: Fondo de Cultura Ínsuloamazighe.
Fernando Hernández González
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