Guayre Adarguma*
Está claro que en una sociedad que pretenda ser un
poco más justa y avanzada de la que “disfrutamos” actualmente, no se debe
mezclar los sentimientos de la política con los de la religión, sean estas del signo que sean,
pues aunque aparentemente puedan coincidir en la búsqueda de la implantación en
la sociedad de determinados aspectos, en principio beneficiosos para el
conjunto de la misma, y entender que ambas concepciones de la vida persiguen un
mismo fin por diferentes medios, la verdad es que, tradicionalmente, en cuanto
una u otra alcanzan determinadas cotas de poder material o espiritual, la una
tratará de anular a la otra o la otra a la una, o lo que históricamente ha
venido sucediendo, que las dos concepciones, la política y la religiosa lleguen
a un acuerdo de acción conjunta, con lo cual generalmente retoman, mantienen y
aplican, por vía de la fuerza aquellos principios sociales o morales que decían
combatir, sólo que en función de sus respectivos intereses (y ya sabemos que a
reunión de pastores, oveja muerta) es decir, reimplantarían el despiadado
fanatismo, tanto religioso como político, sistema experimentado en propias
carnes por nuestro pueblo durante siglos y que, como consecuencia del cual, no
dejan de supurar las dolorosas llagas de este cuerpo de pueblo, pues
determinadas confesiones no le permiten que cicatricen, y pienso que en un
futuro otras similares tampoco se lo permitirían.
Hay quienes desconocen en cierta profundidad la
historia colonial de nuestro pueblo, o bien el fanatismo les impide valorar
debidamente las atrocidades cometidas contra el mismo por la secta judeo-cristiana católica, o las barbaridades de igual signo
y que, en nombre del mismo dios, han cometido las sectas denominas protestantes
en los pueblos de nuestro continente, así como en América y en Asia.
Cuando algunos individuos se niegan a reconocer estos
crímenes cometidos contra la humanidad, y aún los justifican, indudablemente
son fanáticos; seres alienados incapaces de pensar por sí mismos, auténticos
zombis perfectamente programados por los elementos dominantes de sus
correspondientes sectas; máquinas semi humanas
programadas para obedecer ciegamente,
para masacrar, extorsionar, robar,
matar y aniquilar a otras culturas a la menor indicación de sus
dirigentes.
Personalmente, ruego a la Diosa Chaxiraxi
para que el día que nuestra Matria se vea libre del
actual estatus de sometimiento, en la
futura República canaria, individuos con las características que he enunciado
no ocupen ningún cargo o responsabilidad que le proporcionen la mínima cota de
poder, tanto en la vida política como en la espiritual que la sociedad decida
asumir, para que, por fin, este desgraciado pueblo pueda de una vez cerrar sus
sangrantes llagas y cicatrizar sus centenarias heridas, y su ancestral sed de
justicia se vea plenamente saciada.
Posible se pregunten cómo es posible que un miembro de
la Iglesia
del Pueblo Guanche se exprese en estos términos. Verán, nuestra Iglesia no se
rige por los principios monoteístas y absolutistas-machista de otras
confesiones. Nuestro mensaje o mandato lo hemos asumido de la Diosa-Madre Universal
Chaxiraxi, (algún día cuando mi Espíritu Libre viaje
al seno de Magek, posiblemente se dará a conocer
entre los fieles el mecanismo usado por la Diosa-Madre para
trasmitirnos su mensaje), pero la obra en este plano de la realidad, -que es
labor de rescate no de creación- la hacemos seres humanos, por consiguiente es
posible que la misma esté plagada de errores. No obstante, nos esforzamos para
que tanto nuestras obras como nuestra forma de vida estén acordes con el
mensaje de la Divinidad.
*Seudonimo de Eduardo Pedro García Rodríguez.
*Seudonimo de Eduardo Pedro García Rodríguez.
Faykanato n Chinet
31 n wanmendi n 7º akano
n tallit taynay tahwancet.
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