Aparentemente, la principal cosa a la que aspira el cle¬ro de estas islas en sus servicios religiosos es el efecto teatral. Paseando una mañana por la catedral de Las Palmas, antes del mediodía, encontré el altar, que está en la parte trasera de la nave del edificio en una especie de hueco, completamente cu¬bierto por una cortina negra, que estaba corrida de un lado a otro como el telón de un teatro. Detrás de esta cortina, ocultas a la poca gente que se encontraba allí, había algunas personas, sacerdotes probablemente, salmodiando en latín y los responsoríos eran continuados en el lado opuesto de la catedral por los coristas, que tampoco se veían y que se hallaban en un pe¬queño edificio construido conforme a principios acústicos. La iglesia estaba débilmente iluminada por cirios. La atmósfera, tenue y pesada por el olor del incienso que se quemaba en al¬gún lugar fuera del alcance de la vista, y el eco de las voces de los intérpretes ocultos, cuando se elevaba y bajaba en ondas de sonido que retumbaban alrededor de la amplia bóveda cen¬tral, tenía un efecto verdaderamente impresionante, lo que, junto con la débil y misteriosa luz y el pasmoso efecto narcóti¬co del incienso, parecía afectar fervorosamente a algunas mujeres histéricas que estaban arrodilladas en el pavimento de már¬mol. No sé si en los lugares de culto católico romano se cele¬bran servicios similares a éste o si se celebran alguna vez en Europa, pero para mí fue bastante nuevo y durante un mo¬mento imaginé que me encontraba en un templo egipcio asis¬tiendo a algún rito místico en honor de Osiris; y, en conjunto, la escena me pareció muy semejante a la representación teatral de algún conjuro.
Entre otras imágenes extraordinarias de esta isla, una de las más extrañas es la que existe en la iglesia de Teror, una pequeña pero pintoresca aldea situada a unas once millas de Las Palmas.
Es de madera, está cubierta de joyas y provista de cuatro brazos. Y lo que para alguien que conozca las deidades de La India supondría que intenta representar al dios hindú Visnú, aquí, sin embargo, es la Virgen, y la tradición asegura que hace algunos siglos se la encontró milagrosamente clava¬da en un pino de un bosque cercano. No obstante, el motivo por el que tiene cuatro brazos es un misterio que dudo que in¬cluso un sacerdote pueda resolver satisfactoriamente.
Fuente:
A.B. Ellis
Islas de África Occidental
(Gran Canaria y Tenerife)
Introducción: Manuel Hernández González
Traducción: José A. Delgado Luís
Edición: J.A.D.L. La Orotava-Tenerife 1993.
ISBN: 84-87171-05-2.
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