A PROPÓSITO
DE LA EXPOSICIÓN LA GUERRA ENTRE LOS GUANCHES
Guaire Adarguma Anez' Ram n
Yghasen
"Desde el 4 de octubre,
el Museo de la Naturaleza
y el Hombre [Santa Cruz de Tenerife] exhibe la exposición temporal "LA GUERRA ENTRE LOS
GUANCHES", que se podrá visitar como complemento a la exposición
permanente del museo."
"En un territorio donde
los recursos son escasos y variables, la alimentación del ganado provocó entre
los guanches una dura competencia por los pastos. En tales circunstancias fue
fundamental la defensa del territorio propio, localizando y rechazando de forma
violenta a todos los intrusos. Se trataba pues de peleas intergrupales de baja
intensidad, sin comparación con los enfrentamientos bélicos dirimidos entre
sistemas estatales (guerra), pues no persiguen la aniquilación o captura del
enemigo. Estas y otras cuestiones se abordan en esta interesante exposición
organizada por el Museo Arqueológico de Tenerife y el Instituto Canario de
Bioantropología y que estará abierta al público hasta el 8 de enero del año
entrante. (del catálogo de la exposición).
La temática abordada en esta
exposición permite hacer algunas reflexiones en torno a determinadas
sociedades, especialmente de aquellas que han basado su economía en los
aspectos ganaderos y agrícolas, al contrario de otras que la han cimentado en
las guerras, la esclavitud y el saqueo, invadiendo y expoliando pueblos que en
ocasiones están situados a muchos miles de kilómetros del lugar de origen de
los agresores.
En Canarias las disputas
internas efectivamente giraban en torno especialmente a la protección de las
zonas de pastos, de los auchones (cabañas y cuevas de habitación) y vías
pecuarias que actúan como fundamento en la ordenación de la sociedad guanche.
Existen abundantes pruebas que
corroboran el alto valor asignado al ganado en esta sociedad, además de un
medio físico muy favorable para las prácticas pecuarias.
[Foto: Guerrero guanche (autor, Álvaro Morera)]
Contamos con importantes
testimonios arqueológicos y literarios en este sentido: los restos faunísticos
recuperados en yacimientos de los menceyatos, con una tasa elevada de
ovicaprinos y cochinos (cerdos); la presencia en el interior de los
achimenceyatos de amplios
espacios limitados por recintos murados interpretados tradicionalmente como
cercados para animales, a pesar de que en algunos sitios como por ejemplo en el
poblado Los Goros (Arona) se desmiente la exclusividad de dicha función al
comprobarse que en realidad son áreas más complejas que engloban distintos
usos; el peso de la impronta zoomorfa en la cultura material: cerdos, cabras y
cánidos, como motivos iconográficos en paneles de grabados rupestres y esculturas
pétreas, figurillas votivas de arcilla, y decoraciones cerámicas y
armamentísticas; las noticias de las fuentes sobre el acusado componente
pastoral en la etnografía en todas las islas etcétera. Así pues, los ganados
bovino y ovicaprino constituyen quizá el bien más representativo de nuestras
antiguas comunidades.
En cualquier caso, la
salvaguardia de los rebaños se convierte en uno de los objetivos esenciales
para las élites rectoras de la isla. Tanto más si, tal como hemos propuesto en
otro lugar, la cabaña ganadera llevaba tiempo circulando como mercancía de
intercambio en las redes guanches de relación a larga distancia, cobijándose
acaso en viejos derroteros semi-trashumantes. Adueñarse de la mayor cantidad de
reses ajenas (especialmente documentado para la isla de La Palma ) era una estrategia
política preferente; No sólo cuando el ganado escaseaba, sino también como
medida para evitar el debilitamiento de los rebaños por la endogamia.
Pero tal como expone el
antropólogo francés Pierre Clastres "tal exclusividad en el uso del
territorio implica siempre un "movimiento de exclusión" de los grupos
vecinos." El vínculo político es la exclusión del otro: cada uno se
sostiene como comunidad irreductible, imposible de ser anexada o subsumida. En
estas "sociedades de ocio" (a cada quien conforme sus necesidades) no
hay voluntad de acumulación, concluye Clastres.
La guerra en las
"sociedades primitivas", continúa Clastres, es causa y efecto de una
finalidad política buscada: la dispersión. No se trata de una violencia por la
supervivencia -biologización de la violencia, le llama el autor-, tampoco la
perpetuación de una torpeza para alcanzar la unidad política. Más bien lo
contrario: la capacidad propia de cada comunidad de hacer la guerra es la
condición de su autonomía. Guerra permanente para preservar la propia ley, es
decir, para lograr un tipo de unidad política que no se base en la relación
entre quienes mandan y quienes obedecen. ¿Qué tipo de "unidad" es
posible fuera de la dinámica de la sumisión? Tal es la pregunta que parece ver
Clastres en la "lógica de la diferencia" con la que nombra el modo de
organización de las sociedades "primitivas." Lo que hace de cada
comunidad una "totalidad-unidad", dirá el autor, es un territorio en
tanto que es un "espacio exclusivo de ejercicio de los derechos
comunitarios".
La imagen guerrera de los
pueblos originarios de África y América transmitida por las crónicas de los
colonizadores fue el relato que amparó una de las metáforas más fundamentales
de la política moderna: en el estado "natural", los hombres están en
plena guerra de todos contra todos. Al borde entre la ficción y la constatación
empírica, Hobbes argumentaba que "en no pocos parajes de América, los
salvajes (...) no tienen gobierno alguno, y en estos días viven de la manera
casi animal que antes mencioné". Sin Estado -es la conclusión del autor de
'Leviatán'-, la guerra se generaliza y la sociedad se vuelve imposible.
Lévi-Strauss concluye en una perspectiva opuesta pero simétrica a la
hobbesiana: la sociedad "primitiva" es el intercambio de todos con
todos y la violencia sólo adviene cuando ese intercambio fracasa.
[En el grabado: Astures,
guerreros indígenas]
El buen salvaje es el que está
solo, se podría pensar, porque casi no hay testimonio de cualquier conquista,
que no afirme que todos los pueblos invadidos son violentos. Analiza la
diferencia, por ejemplo, del carácter violento de una cacería productiva, para
procurarse alimento, para decirlo en términos sencillos, en contraposición con
el sentido político que encierra una guerra. Reformulación de mucha historia
elaborada sobre la base de tremendos prejuicios y poderosos intereses.
La cándida convicción de que la
civilización europea era absolutamente superior a todo otro sistema social fue
poco a poco sustituida por el reconocimiento de un relativismo cultural que,
renunciando a la afirmación imperialista de una jerarquía de valores, admite en
adelante, absteniéndose de juzgar, la coexistencia de diferencias
socio-culturales. En otras palabras, ya no se mira a las sociedades
"primitivas" con el ojo curioso o divertido del aficionado más o
menos esclarecido, más o menos humanista; de alguna manera se las toma en
serio. La cuestión es saber hasta dónde llega este tomarlas en serio.
En contraposición a los conflictos
internos en los pueblos "primitivos" está como hemos apuntado más
arriba las guerras motivadas por fines económicos, y de dominio territorial
bien por causas expansionistas o por razones estratégicas o por ambas como es
el caso de las Islas Canarias, que está invadida y ocupada mediante una guerra
declarada unilateralmente por España, y que ha supuesto para el pueblo canario
más de quinientos años de colonialismo.
Estas guerras injustas no son
prácticas del pasado, están vigentes en las sociedades "civilizadas"
actuales, especialmente en los Estados imperialistas tanto de determinados
gobiernos europeos como por los Estados Unidos de América, quienes continúan
basando sus economías en el mantenimiento de una situación de guerra permanente
en varios puntos del planeta y las cuales van rotando conforme van esquilmando
abierta o solapadamente los recursos de los países inducidos por ellos a los
conflictos bélicos, no teniendo ningún tipo de reparos en vulnerar la legalidad
internacional cuando conviene a sus inconfesables intereses.
El profesor F. Garrido Peña nos
ofrece una acertada visión de la situación en la propia Europa en los
siguientes términos: "Cuando comenzaron los bombardeos sobre Kosovo y
Serbia los dirigentes políticos y militares de la OTAN , ante la ausencia de
cualquier legitimación jurídica, empezaron a hablar de "guerra
justa", de "intervención humanitaria" e incluso el entonces
ministro de defensa español, Serra, declaró al diario El Mundo que se trataba
de una intervención militar legitimada por el "derecho natural". El
derecho internacional había sido la primera víctima del conflicto. En realidad
esta crisis del ordenamiento jurídico internacional ya había tenido un episodio
anterior en la primera guerra contra Irak, al principio de la década de los
noventa.
Pero esta invocación a fantasmas
jurídicos del pasado como el "derecho natural" o "la guerra
justa" suponía, en realidad, que la víctima no era solo el derecho
internacional sino el derecho mismo. Volvíamos, a una situación pre-jurídica
donde los códigos morales en las relaciones sustituyen a todo el esfuerzo del
siglo XX por regular y obstaculizar la resolución violenta de los conflictos.
El escenario internacional retornaba de esta forma paradójica a una situación
cercana al "estado de naturaleza" donde la violencia y la fuerza
reemplazaban al derecho y a la política. Estas eran la consecuencia objetiva, y
evidentemente deseada por los actores y agentes principales de la crisis, de
pretender sustituir al derecho por la moral en la legitimación de la acción
política y militar."
¿Por qué este olvido del
derecho? El argumento explícito es muy similar a los usados por la crítica
autoritaria y neo-derechista contra el garantismo jurídico; la ineficacia y la
lentitud en la persecución de la criminalidad, solo que aquí esta crítica se
extrapola al derecho internacional y a las Naciones Unidas. Lo cierto es que a
Estadios Unidos y a la OTAN
le resultaba mucho más cómodo un escenario moral de legitimación de sus
acciones que un escenario jurídico. Aquí viene a confirmarse algo que ya viera
muy bien Hans Kelsen, cuando denunciaba que el iusnaturalismo o el decisionismo
eran mucho más proclive a legitimar los abusos de los poderosos que el respeto
al principio de legalidad (Kelsen,H. 1986) (Schmitt, K. 1941).
La segunda consecuencia de esta
moralización regresiva de las relaciones internacionales es la reaparición de
la guerra como una opción legítima, posible y hasta probable en el horizonte
del concierto internacional. "Intervenciones humanitaria"
"operaciones de castigo", "represalias" o, "conflicto
de baja intensidad"; en fin, toda una gama de formas de guerra aparecen
como instrumento legitimo (son justas las causas e injustos los enemigos) de
intervención en la resolución de los conflictos internacionales. Las
estrategias diplomáticas dejan de ser estrategias de mediación y pacto para
convertirse en simple prolongaciones de la amenaza militar (las conversaciones
llevadas a cabo en Francia previas a la intervención en Kosovo, son un buen ejemplo
de esta nueva función de la diplomacia).
En una próxima oportunidad nos
ocuparemos de la segunda invasión de Irak, además de las que el imperialismo
esta preparando no sólo para Oriente Medio, sino también para nuestro
continente africano.
Ciudad colonial de Eguerew,
octubre de 2005.
Fuentes consultadas:
Pierre Clastres, 'Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas' 1977.
Eduardo Sánchez Moreno
Departamento de Historia Antigua, Universidad Autónoma de Madrid.
F. Garrido Peña
(Universidad de Jaén)
La Guerra Difusa ,
Los Disruptores Conceptuales y el Humanistarismo Militar.
Pierre Clastres, 'Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas' 1977.
Eduardo Sánchez Moreno
Departamento de Historia Antigua, Universidad Autónoma de Madrid.
F. Garrido Peña
(Universidad de Jaén)
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